Les comparto la historia Sofia, otra mas, de las muchas historias del abuso del Estado en contra de los extranjeros y migrantes en Venezuela. Siempre nos es muy difícil ayudar porque muchos no desean interponer la denuncia o dar a conocer su historia. Pero en el caso de Sofia su indignación e impotencia no le permiten quedarse callada por lo que con su autorización les comparto la carta que nos envío para poder apoyarla en la lucha por sus derechos humanos. Aquí esta una lamentable historia de las muchas que pasan día a día en la frontera Venezolana.
Les cuento que llegué el viernes 20 de septiembre a Caracas de nuevo, aunque esta vez el viaje fue una completa odisea:
Decidí viajar por tierra, debido a que por avión los pasajes están incomprables por lo costosos, y los económicos están agotados. Compré pasaje directo Bogotá - Caracas por Expreso Ormeño para el miércoles 18 de septiembre, el cual es un transporte internacional que proviene de Lima, Perú, para evitarme contratiempos. Salí el miércoles en la noche de Bogotá, con la idea de estar en 36 horas en Caracas. el recorrido en Colombia estuvo muy tranquilo, hasta la llegada a Cúcuta donde sellé el pasaporte en Migración Colombia, ya era el jueves 19 de septiembre entre 5 y 6 de la tarde.
Seguimos por el puente Simón Bolívar hasta San Antonio, donde volvimos a parar para sellar el pasaporte en la oficina del migración de Venezuela (SAIME), hasta ese momento tuve "feliz viaje". Comenzó mi pesadilla.
En la fila de todos los pasajeros del bus que estábamos esperando sello de entrada, yo fui la última, cuando llegué a la ventanilla, el funcionario (quien por su puesto no esta identificado) revisó mi pasaporte y me dijo que no podía volver a entrar a Venezuela por el resto del año, porque el artículo 6 de la Ley de Migración y Extranjería dice que el permiso de turismo es por "90 DÍAS AL AÑO", y que además no entendía cómo el SAIME de Caracas me había dado prórroga en mi anterior estadía, pues eso estaba derogado. Traté de conservar la calma, (lo cual es bastante difícil bajo esas circunstancias), y le pedí que me mostrara la derogación de la ley, a lo cual me dijo que era una orden interna del nuevo Director del SAIME, así que le pedí que me dejara ver ese comunicado interno, y me dijo que había sido una orden verbal. Llamó a la siguiente persona y no me prestó más atención.
El pánico se apoderó de mi en ese momento porque no sabía qué hacer, estaba en una ciudad desconocida, ilegal, no sabía quedarme allí e intentar sellar al día siguiente, arriesgarme a seguir mi viaje así, devolverme a Cúcuta e intentar un tiquete aéreo a Caracas, o de una vez retornar a Bogotá. Ya eran casi las 7 de la noche y estaba oscureciendo.
Mientras tanto, volví al bus y busqué en mi maleta la Ley de Migración y Extranjería que yo tengo impresa, y en compañía del conductor del bus que venía conduciendo en Colombia, volví a la oficina del SAIME a exigir mi sello del Pasaporte. El mismo funcionario (no había más atendiendo a quienes entraban al país) me dijo que ya sabía yo que no me podía sellar, entonces le mostré la ley y le pedí que me señalara en qué parte decía que el permiso de turista es por 90 días AL AÑO, y por supuesto, me evadió, me dijo que la ley estaba derogada, le pedí que me mostrara la derogación, y de nuevo argumentó que era una orden interna del Supervisor, le pedí que me la dejara ver y se rió. Me quitó el pasaporte y fue por una puerta sin mayor explicación. Como a los dos minutos volvió diciéndome que había escaneado mi pasaporte y que lo había enviado a Caracas para que lo reseñaran, además que aparentemente llamó por celular a alguien y presuntamente explicó mi situación, y le dijeron que no me podía sellar el pasaporte.
Enfurecida, nerviosa y asustada salí de la oficina, y al llegar al bus, el conductor me dijo que me tranquilizara, pues el SAIME tenía la obligación de sellarme el pasaporte, pero otro conductor, quien tomó el volante a partir de allí, se puso furioso, dijo que ya se tenían que ir, y que yo me tenía que bajar del bus y resolver yo sola qué hacer. Ya era de noche.
Busqué de donde llamar a mi novio en Caracas, para comentarle la situación y consultarle qué podría ser lo más conveniente que yo hiciera en esa situación. Con la impotencia natural que le generó el estar el en Caracas y yo en San Antonio, me pidió tranquilizarme, mientras repasábamos las opciones anteriores. Al mismo tiempo, el conductor del me empezó a acosar para que bajara mi equipaje del bus y ellos poder seguir su camino. Colgué con mi novio, y me subí al bus, los demás pasajeros al verme tan alterada, me preguntaron que me pasaba y les expliqué la situación, la mayoría se me acercó con evidente preocupación tratando de darme opciones, mientras el conductor me bajaba la maleta y me decía que me tenía que bajar porque el tenía que arrancar inmediatamente para Caracas, por lo que no tuve más opción, y me bajé. Una pasajero me alcanzó a sugerir que tomara un taxi hasta Caracas.
El bus arrancó y yo quedé en la avenida con mi maleta en la mano, sola, de noche, en un país ajeno al mío, sin mayor efectivo, pues se suponía, tenía mi pasaje comprado en Bogotá directo hasta Caracas. Muy asustada y con desconfianza, me acerqué a un señor que según me dijo, es taxista y le comenté mi situación. Me dijo que el me podía traer hasta Caracas, pero que cobraba BsF. 20.000, lo cual no estaba en condiciones de cancelar, le pregunté que más podía yo hacer, y me dijo que llevarme hasta el terminal de pasajeros de San Cristobal, y allí, tomar un bus hasta Caracas, pues el terminal de San Antonio seguramente ya estaba cerrado por la hora. También me sugirió llevarme a un hotel en San Antonio para pasar la noche, pero no me pareció conveniente ni tenía dinero para pagar la estadía. Entonces me hizo el favor de prestarme su celular y llamé a mi novio de nuevo, y hablaron ellos dos, concluyendo que el me podía acompañar de nuevo al SAIME a intentar por tercera vez que me sellaran el Pasaporte. Dependiendo de lo que me dijeran, decidíamos si me regresaba a Cúcuta, me quedaba en San Antonio, o seguía hacia Caracas.
Una señora que, según me dijo el taxista, era amiga y clienta frecuente de el, también iba para San Cristobal, que si nos podía acompañar, no estaba en posición de ponerme muy exigente, así que acepté. Pusimos mi equipaje en el carro y fuimos de nuevo a Migración Venezuela. Me sugirió que me cambiara el peinado y la franela, lo cual hice, y me acompañó efectivamente al SAIME de nuevo. El funcionario que me había atendido esta vez no estaba, ni había gente en espera, así que otro funcionario me recibió el pasaporte, y sin hacer la más mínima revisión o pregunta, lo selló y me lo devolvió, sin mirarme a la cara siquiera. En ese momento no sabía si agradecerle o insultarlo, pues ya había perdido mi transporte y efectivamente pudo hacer su trabajo sin el menor miramiento.
Salí de esa oficina muy molesta, y el taxista intentó tranquilizarme con el argumento que ya tenía el sello y podía seguir hasta Caracas, pero ya el daño estaba hecho. Me dijo que hasta San Cristobal me cobraba BsF. 500, valor que yo no tenía, entonces le ofrecí pagarle en pesos colombianos, me cobró $30.000. Accedí, y partimos hacia San Cristobal.
En el camino nos encontramos la primera Alcabala, nos detuvo la Guardia Nacional y nos pidieron documentos. Entregué mi pasaporte, lo revisaron y me lo devolvieron, luego vi como la amiga del taxista pagaba BsF. 100 al Guardia Nacional para que la dejara pasar, pues ella solo portaba cédula de ciudadanía colombiana. El guardia los tomó sin mayores preguntas y seguimos. Me sentí indignada: ¿cómo es posible que a mi me complicaran la vida de semejante manera teniendo mis documentos en regla, y quienes no los tienen, simplemente ya saben cuánto es la "cuota" del soborno?
Mientras íbamos a San Cristobal, mi novio me llamó al celular del taxista y me sugirió que al llegar al terminal, buscara lo más pronto posible transporte hacia Caracas, o hacia Valencia, para no quedarme en el terminal, y así hice. Cuando llegamos al terminal, el taxista me dijo que el me dejaba subida en algún bus, y efectivamente me acompañó a buscar transporte. Encontramos un bus que iba de salida hacia Valencia, y otro hacia Caracas, pero este ya no tenía puestos libres, así que accedí viajar hasta Valencia, pero no me alcanzaba para el pasaje. Yo le pagué al taxista los $30.000, y el me dio los BsF. 50 que me hacían falta.
Aún muy asustada, pues ya eran las 10:00 pm, me subí al bus y me senté junto a un joven, quien al verme, me pidió que me tranquilizara, pues era evidente lo alterada que estaba. Le respondí que simplemente quería arrancar ya. A las 11:00 pm salimos hacia Valencia, y como a los 10 minutos, la guardia nacional nos detuvo y nos hizo bajar del bus y decargar todo el equipaje para pasarlo por rayos X, además de revisarnos documentos, en mi caso, mi pasaporte, el cual estaba en regla y rápidamente me lo devolvieron. Hicimos lo que nos pidieron y casi a las 12:00 de la noche continuamos nuestro viaje. Mi ansiedad ya estaba en su máxima expresión, pero yo seguía intentando disimularla.
Por fin arrancamos rumbo a Valencia, y el joven a mi lado intentó de nuevo sacarme conversación, así que terminé contándole lo que me había pasado, y me tranquilizó haciéndome ver que ya había avanzado bastante, ya iba camino a Valencia. Aunque mientras lo escuchaba sabía que no tenía para el pasaje de Valencia a Caracas, no me animé a decírselo. Me quedé dormida como a las 2:00 am, realmente vencida más por el agotamiento que por el sueño. Hacia las 4:00 am me desperté un poco alterada, conciente de que aún continuaba en esa situación incierta. En ese momento prendieron las luces del bus, y yo me percaté con algo de susto que se estacionaba. ¿Sería otra alcabala?, ¿qué otra cosa me iba a pasar?
Vi que algunas personas se bajaron del bus mientras la gran mayoría dormía. Decidí preguntar si podía bajarme para enterarme de la situación, y para mi sorpresa, habíamos parado en Barinas, en un sitio para comer algo e ir al baño. Me bajé del bus para ir al baño, pues no sabía cuándo volvería a tener la oportunidad de ir. Cuando me dispuse a volver al bus, un señor se me acercó y me preguntó si yo iba hacia Caracas, de nuevo con desconfianza, respodí que si, al ver el señor mi prevención, me dijo que el venía conmigo en el bus, y que había escuchado que yo no tenía para el pasaje de Valencia a Caracas, que si quería comer algo, la verdad, lo último que me provocaba en ese momento era comer, le dije que no, el insistió y yo lo volví a rechazar. Ante su insistencia, me animé y le dije que realmente me hacía falta dinero para el pasaje de Valencia a Caracas, así que me dio entregó BsF. 40, diciéndome que ya era mi dinero, y era mi decisión si comía algo o no y se retiró.
Con un poco más de tranquilidad, me subí al bus y continuamos nuestro camino. Al llegar al terminal de Valencia, el Joven pasajero a mi lado se ofreció a acompañarme a un bus que me llevara a Caracas, y así lo hizo, me dejó en el bus que me llevaría a mi destino final, y yo tuve para cancelar ese pasaje. Era viernes 20 de septiembre a las 11:00 am.
Me subí en ese bus y me senté al lado de una señora que tenía quizá más desconfianza en los demás que yo, aunque finalmente hicimos conversación y también le conté lo que me había pasado. El bus nos llevó hasta el terminal de La Bandera hacia las 2:00 pm, en donde ella me acompañó hasta que mi novio me fue a buscar para poder finalmente tener la certeza de que había llegado sana y salva a Caracas.
Cuento esto con el ánimo de que me puedan dar asesoría para poner la denuncia respectiva por la arbitrariedad, y las consecuencias que se derivaron por el abuso del funcionario del Saime.
Sofía